jueves, 5 de diciembre de 2019

Última oportunidad.

Néstor Martínez Cristo
El planeta entero enfrenta la última oportunidad para su viabilidad de futuro. El calentamiento global es ya irreversible. El daño es mucho más grave de lo que se pensaba, alerta la ciencia.
O al menos así lo advierten los expertos que hoy proponen y dan seguimiento al cumplimiento de las medidas adoptadas hace cuatro años para reducir drásticamente los gases que propician el efecto invernadero.
No vamos a tener más oportunidades, sentencian. Si el mundo no se compromete a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero 7.6 por ciento anual, durante la próxima década, no habrá tiempo para lograr el objetivo del Acuerdo de París sobre cambio climático, que establece que la temperatura del planeta no supere los 1.5 grados centígrados hacia finales del presente siglo. Todo lo que supere esa temperatura tendrá efectos catastróficos.
Apenas el martes pasado, en el contexto de la Cumbre del Clima de Naciones Unidas, conocida como la COP25, la Organización Meteorológica Mundial resumió en su informe anual: 2019 cierra una década de calor excepcional, pérdida de hielo y récord de aumento del nivel del mar, impulsados por los gases de efecto invernadero.
Este año, se asegura en el informe, estará entre los tres más cálidos jamás registrados y anticipa sobre los impactos que los fenómenos extremos tendrán sobre la salud de la población mundial.
Desde el lunes pasado –y durante dos semanas–, los mandatarios de medio centenar de países, científicos, medio ambientalistas y activistas de diversas regiones del mundo, están reunidos en la capital española, con la finalidad de terminar de desarrollar el Acuerdo de París, firmado en 2015 por casi 200 países.
Dicho pacto busca que se reduzcan las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero para que el calentamiento permanezca dentro de parámetros no catastróficos; sin embargo, los planes de recorte de los países no han sido suficientes de que adquirieron el compromiso, por lo que se considera indispensable redoblar el esfuerzo.
Así lo expresó al inicio de los trabajos el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien lamenta la inacción ante la emergencia y estima que las naciones deben multiplicar, al menos por tres, sus planes de recortes de emisión de gases de efecto invernadero.
Es un hecho que la concentración en la atmósfera de los principales gases de efecto invernadero no ha dejado de aumentar desde que, en 1992, se firmó la Convención Marco sobre Cambio Climático y las emisiones sólo se han reducido en momentos de crisis económicas. Por esto las perspectivas no resultan nada alentadoras.
Nos encontramos como planeta en un momento sumamente delicado. La cumbre –que debía realizarse en Chile, pero que tuvo que ser reubicada debido a la situación política imperante en el país andino– pone a prueba la determinación de los gobiernos para ir más allá de las declaraciones y pasar a las acciones, a las medidas efectivas, sobre todo teniendo en cuenta que los compromisos adquiridos son por demás insuficientes hasta ahora.
Hay quienes se aventuran a afirmar que el mundo es cada vez más consciente de este problema. Diría yo que tal vez en algunas regiones del mundo hay mayor conciencia, no así en otros, como en Estados Unidos, donde el gobierno de Donald Trump se ha empeñado en boicotear el cumplimiento de los compromisos que su propio país asumió.
El Parlamento Europeo, por su parte, en lo que fue considerada como una decisión histórica, declaró recientemente la emergencia climática, lo que obliga a los socios de la Unión Europea a aplicar medidas que aseguren los objetivos de París. También la iniciativa Alianza de Ambición Climática, lanzada por el presidente chileno, Sebastián Piñera, ha logrado ya la adhesión de 70 países que se comprometen a realizar mayores esfuerzos en la reducción de emisiones de gases.
Para recuperar el tiempo perdido será preciso que muchos más países se sumen a esa alianza y no dejarse llevar por el pesimismo de los obstáculos todavía por vencer.
Hay que tener presente que los pasados cinco años han resultado ser los más calurosos desde que se tienen registros. Si se pretende, en verdad, establecer controles a este gravísimo problema, las soluciones deben ser drásticas y en conjunto. No hay espacio para tibiezas ni medias tintas. Hay países, como México, que no terminan de asumir el compromiso con la seriedad requerida.
Nuestro país enfrenta, al mismo tiempo, situaciones atroces que le impiden ver más allá de la tragedia cotidiana. El presidente Andrés Manuel López Obrador vive sumergido en la inmediatez de sus conferencias mañaneras y, por tanto, ni le entiende ni parece importarle lo que haya más allá, por grave que sea. Padece estrechez de miras.
Ciertamente, el papel que México puede jugar en ese concierto internacional no es de primer orden, pero está obligadísimo a cumplir su parte de manera relevante, sin cortapisas ni mezquindades. El cambio climático se está acelerando y para frenarlo todos, sin excepción, estamos obligados a redoblar esfuerzos. Estamos, como se ha dicho, ante una alerta por la inacción. Estamos ante la última oportunidad.