martes, 30 de abril de 2019

Democracia y opinión

José Blanco
Conforme las semanas transcurren y el gobierno de AMLO avanza, el panorama sociopolítico y económico se torna más difuso y complejo. El espacio de la vida social se torna abigarrado hacia donde se mire. Se debe en parte a las políticas anunciadas desde la campaña, dando apenas sus primeros pa.sos y ya hay quienes reclaman por su incumplimiento. El propio Presidente parece anunciar como consumadas decisiones a las que sólo se les ha dado el banderazo de salida y esto, por necesidad, da lugar a confusiones.
Pero el ambiente es envenenado desde la amplísima derecha mediática. Al menos tres tipos de embates proceden desde ese espacio: la reprobación a AMLO porque no entiende que no entiende, cuando en realidad se trata de una lectura de los hechos construida con las anteojeras neoliberales; las fake news y posverdades, muy mal intencionadas, también abundantes; y el tercero, sin solución posible: quienes impugnan al Presidente porque se defiende, diciendo que en una democracia el papel de la oposición política y mediática es ejercer el derecho a la crítica sin ser descalificados.
Carmen Aristegui defendió al medio en el cual escribe, Reforma, diciendo que AMLO debe tener en cuenta que él no es un ciudadano más, que eligió de manera equivocada a ese diario como adversario político y, también: “que Reforma –y los demás medios– critiquen al Presidente y cuanto poder exista, cotidianamente, debe ser considerado normal y altamente saludable”. No resulta extraño: ese oscuro personaje llamado Javier Lozano celebró jubiloso y tuiteó el artículo de Aristegui.
Tesis como las de Carmen se han ganado el favor al parecer de muchos de quienes se piensan como demócratas. Me temo que las cosas no siempre son así de simples. AMLO no es un ciudadano más, pero tampoco Reforma. Es (ha sido) el medio escrito más influyente de la derecha. Tenemos así un problema de no fácil solución, excepto para la derecha mediática. El gobierno de AMLO, cargando una gran cantidad de asegunes, se propone remover las bases políticas, jurídicas e institucionales del neoliberalismo socialmente nefasto y su corrupción inmanente, que han puesto a la sociedad mexicana en un grado máximo de injusticia. La derecha está en contra de ese programa. El choque es inevitable.
Un diario poderoso desde luego puede ser visto como un protopartido, por cuanto organiza el discurso que conviene a los intereses económicos y políticos de un segmento de la sociedad. Lenin no es el único pensador y político que en años prerrevolucionarios vio a diversos diarios como partidos embrionarios; eso lo llevó a fundar Iskra (La Chispa). Su lema era una chispa puede encender la llama. Las derechas también pueden encender llamas, obviamente. En este sentido, no estaba tan desencaminado el lapsus de AMLO al llamar partido a Reforma. Ahora bien, que lo que hace Reforma es legal y legítimo, por supuesto que sí. Se trata entonces de tomar posición… política. Y una forma de tomar partido es la de condenar posiciones favorables a las tesis y programas del neoliberalismo, el que mantiene intacto su discurso dominante. El Presidente está defendiendo su programa político; un programa que busca beneficiar a las mayorías de los siempre excluidos por las políticas, las instituciones, los inmensos intereses de los grupos económicos y políticos del neoliberalismo.
En el contexto de la relación entre adversarios no rotundos (AMLO vs neoliberalismo) debo repetir: AMLO ganó el gobierno, pero no el poder: apenas un trozo menor. El poder lo tienen las agencias internacionales, los bancos, los grandes capitales mexicanos y extranjeros, las iglesias, vastos sectores de la confusa educación mexicana, los medios de comunicación como las televisoras y los diarios (con honrosas excepciones). Esos colosales poderes y sus voceros, son adversarios del gobierno de Morena, desde la derecha. El Presidente enfrenta a algunos de esos poderes, rehúye la lucha con otros, transige frente a otros tantos: hace lo que entiende que se puede.
Considerar san phrases la crítica de “ Reforma –y los demás medios–” como altamente saludable, puede ser, al menos, altamente ingenuo. La democracia está muy lejos de agotarse en lo electoral y en la libertad de expresión. Su realización mayor está en el acceso de todos (todos) los mexicanos a los bienes de todo tipo que genera la sociedad. Cuando las cosas están muy lejos de ser así, se vuelve más evidente que nunca la descarnada contradicción entre la libertad de expresión y la brutal libertad de excluir a las grandes mayorías como lo han hecho los intereses neoliberales.
Diría de Morena: está en déficit, no ha hecho lo suficiente, ni parece dispuesto a hacerlo, en organización y movilización de masas, pero está muy bien su defensa, frente a los medios, de su política y sus programas. Dejo aparte, por ahora, decisiones en marcha coherentes con el programa neoliberal que se quiere combatir.
María de los Ángeles Moreno
in memoriam