En la localidad holandesa de Utrecht, un individuo abrió fuego de manera indiscriminada dentro de un tranvía; asesinó a tres pasajeros e hirió a cinco. Aunque los móviles del ataque cometido ayer no han sido oficialmente dilucidados, las autoridades de Ámsterdam lo consideraron desde el inicio como acto de terrorismo.Tres días antes, en la ciudad de Christchurch, en Nueva Zelanda, un supremacista blanco que actuaba en solitario asesinó a medio centenar de personas, entre ellas mujeres y niños, que asistían a los rezos del viernes en dos mezquitas.
Antes, el miércoles 13, en Brasil, dos jóvenes armados con un revólver y varias armas blancas ultimaron a cinco alumnos y dos empleados de una escuela pública de nivel medio, ubicada en el área conurbada a Sao Paulo; hirieron a 10 personas y luego se suicidaron.
A primera vista estas tres tragedias tienen poco en común, de no ser por la dolorosa pérdida de vidas humanas y la brutalidad irracional de los atacantes. Los sucesos en Utrecht y Christchurch parecen incluso ser de signo opuesto, pues mientras en la ciudad holandesa el atacante podría haber estado motivado por alguna corriente fundamentalista islámica, el agresor en Nueva Zelanda ha sido identificado con toda claridad como islamófobo. Respecto del ataque en la escuela brasileña, se ha determinado que los jóvenes asesinos eran ex alumnos del plantel y es posible que actuaran motivados por un exacerbado y patológico resentimiento.
Lo cierto es que esta clase de atentados, que hasta hace tres lustros se registraban casi en exclusiva en Estados Unidos, empiezan a proliferar en países que parecían estar a salvo, por más que padecieran otra clase de expresiones de violencia, como Brasil, o que fueran contextos relativamente apacibles, como los Países Bajos y el archipiélago de Oceanía.
La contraproducente guerra contra el terrorismo emprendida por el ex presidente George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 fue el caldo de cultivo en el que se larvó una oleada de atentados integristas de nueva generación que causaron cientos de muertos en España, Inglaterra, Noruega y Francia, primero con explosivos y después mediante atropellamientos masivos y con tiroteos en lugares públicos.
Con una frecuencia creciente y aterradora y en distintos continentes, extremistas musulmanes o islamófobos, pero también homófobos y simples desequilibrados, abren fuego con la finalidad de causar el mayor número de bajas mortales.
Más allá del efecto de imitación de los periódicos homicidios que se cometen en Estados Unidos, debe asumirse que asistimos a la proliferación de sujetos que, movidos o no por extremas distorsiones ideológicas, no ven en las otras personas más que cuerpos humanos a los que es correcto lesionar o asesinar.
El fenómeno debe ser analizado y comprendido para evitar la repetición –y la banalización– de las matanzas. En lo inmediato, parece cierto que representan el síntoma de una crisis civilizatoria de escala planetaria.
Negocios y empresas
Cambios en migración
Miguel Pineda
Los grandes cambios comienzan con elementos sencillos. En el caso de la corrupción, por ejemplo, cuando se simplifican los procesos, se mejora la tecnología y se evitan duplicidades, se reducen sustancialmente los malos manejos de recursos.
Este es precisamente el cambio que Andrés Manuel López Obrador quiere hacer en el Instituto Nacional de Migración (INM), en el que, señala, existen denuncias de ciudadanos, que van de tortuguismo en el Aeropuerto Internacional de Ciudad de México (AICM) a extorsión a viajeros.
A lo largo de la historia de nuestro país la migración ha sido muy positiva para el desarrollo. Sólo en el siglo XX una oleada de intelectuales de Europa y de América Latina enriquecieron la vida cultural de la nación, y desde el punto de vista empresarial también se presentó una gran oleada de migrantes de Europa, Oriente, norte y sur de América, así como de otras regiones; personas emprendedoras que llegaron para quedarse y enriquecer el país.
En el caso especial del aeropuerto de la capital, el mal servicio a los migrantes se debe a dos fenómenos: la saturación de las terminales aéreas y los controles de acceso al país.
Ahora, este problema comienza a resolverse bajo una nueva administración con el comisionado del INM, Tonatiuh Guillén López, quien acaba de nombrar a Emma Nataly Martínez García de subdelegada federal de ese instituto en el AICM. Esta abogada es experta en temas migratorios. Además, es activa promotora de los derechos humanos y de la transparencia.
El nuevo equipo tiene el gran reto de acabar con la corrupción aplicando una nueva filosofía y mediante el uso adecuado de la tecnología, lo que generará certidumbre a los visitantes y hará su estancia en México más agradable.
Uno de los elementos que impulsan es el de plataformas digitales, para registrar a los visitantes desde que compran su boleto de avión en el extranjero. Al tener certidumbre sobre el historial de cada viajero se agilizan los trámites. Con esta tecnología y con las inversiones para modernizar el AICM se reducirá la corrupción y mejorará la percepción de los visitantes sobre los servicios que se prestan en nuestro país. Este es el cambio que se avecina en materia de migración.
miguelpineda.ice@hotmail.com