Luis Linares Zapata
Las ideas, injertadas en duras sentencias verbales, caían desde la tribuna del Congreso sobre selecto grupo –empresarial y político– como crueles martillazos. Largos momentos de crítica certera al mero corazón del modelo, aún vigente, pero en forzado retiro. El neoliberalismo pasó al estrado con su derrota y ocaso. Un triste periodo que empobreció a los mexicanos, concentró la riqueza, generó violencia, cegó oportunidades y negó bienestar a la mayoría.
Una impecable crítica que halló la causal eficiente de su inoperancia: la corrupción generalizada de los gobernantes –convenencieramente afiliados a tal credo– arrejuntados con los traficantes de influencia. Sus abusos fueron excesivos, los desmanes, impunes, duraron décadas. Llegó, por fin, el recuento de sus daños y culpas, envueltos en severas palabras. La letanía de agravios parecía no terminar. Las expresiones de ciertos invitados especiales se endurecían por momentos. La expectativa de un mensaje conciliatorio, edulcorado, lleno de lugares comunes previamente santificados en la crítica mediática, se evaporaba entre el reducido círculo de esos oyentes. El ambiente no pudo más que volverse tenso, incapaz de ser diluido por pretenciosas y forzadas sonrisas. Quedarán, sin embargo, los retobos y enojos en los ánimos de poderosos personajes que resentirán, más que todo lo demás, el cerrojo de la puerta, antes abierta de par en par.
Las predicciones de fracaso total del naciente gobierno han retomado impulso en la difusión. Una indetenible sed de pronósticos por demás terminales se ha vuelto a situar en el horizonte público. Se destaca, con inevitables señas de peligros inminentes a evitar, la creencia en pos de la continuidad y la conciliación. Una ruta sabia de contención, de serenidad, de consulta perenne y con exigibles cálculos de apoyos reales, cimentados en cifras probadas, es la recomendación. La confianza de los mercados ha sido afectada sin remedio, asumen los declarantes asiduos. Las inversiones se han alejado de este territorio de irresponsables, irán al Brasil de Bolsonaro, afirman. Las pérdidas de capital, según cálculos conservadores, alcanzan miles de millones de pesos. Para otros, más aventurados, ya se instalan en el fiero billón. México –auguran–, ante una catástrofe de épicas consecuencias.
El remate para confeccionar un presente lleno de falsas promesas, llamados populares sin sentido y posturas redentoristas pudo verse y oírse, según avezados críticos, en el Zócalo de esta ciudad capital. En su plancha y desde un estrado repleto de indígenas, copeteados con colados y farsantes, tuvo lugar un interminable discurso y el abuso de cuestionados simbolismos. Un alegado despliegue, sin mesura, ante miles de seguidores obsecuentes. Imposibilitados para ver un tanto más allá de sus prejuicios, la ceremonia, para otros más en cambio, rellenó sus propósitos. El nuevo modelo político irá, siempre, hermanado con la búsqueda de apoyo popular. Ahí, en ese espacio de confluencia movilizadora radicará la palanca para impulsar y consolidar el cambio en marcha. La prédica en las plazas será el motor energético y la pared de contención. Esparcir el evangelio laico de los afanes políticos impregna, hasta la más íntima esencia de su humanidad, a los diversos actores que se atreven a pulsar esa vía.
Pero los deseos de conservar privilegios y aferrarse a resurrecciones partidistas o pugnar por visiones distintas, ciertamente encontradas con los actuales vientos de cambio, no cesa, muy a pesar de sus hoy notorias carencias y debilidades efectivas. Por ahí andan panistas imberbes y traviesas visionarias alertando por el holocausto venidero. Una corta visita a Venezuela impregna de miedos y prevenciones a una diputada panista. Las similitudes chavistas son revisitadas y enarboladas como señuelos de campaña. La CNN le da espacios acríticos a tales desplantes y tantea el momento para revivir su guiada propaganda (de la más viciada derecha continental) basada en el Washington imperial. Una pésima y hasta tonta postura de panistas extraviados. Habrá necesidad de introducir prevenciones contra esta táctica disruptiva, profundamente reaccionaria, que pretende insertar, en la agenda cotidiana, dañinos alegatos exógenos.
Los temas y el espíritu que empujará a la transformación propuesta están colocados en su sitio con preciso ímpetu. La sociedad ha recogido con alegría la formulación que se le presentó desde el Congreso y el Zócalo. La metódica y larvada puesta en efecto queda como penosa tarea a seguir.