José Steinsleger /IV y última
A una semana de la desquiciante elección de Jair Messias (sic) Bolsonaro en el balotaje, la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de Argentina (Aciera), viralizó en las redes antisociales a un pastor evangelista que llama a acompañar al presidente Mauricio Macri, y luchar contra Cristina Fernández de Kirchner.
El pastor asegura haber visto a Cristina en Venezuela metida en una montaña y bañándose con sangre humana. Aterrorizados, cientos de fieles le oyeron decir: El plan del Diablo era que esta nación [Argentina] se había entregado a manos de él, pero el Diablo se equivocó. Esto no es Venezuela.
Andaba mal informado. Porque Macri es (o dice ser), budista. Prueba de ello es que el día que asumió, las cámaras enfocaron al gran Sri Sri Ravi Shankar, gurú de la India experto en respiración artific… (perdón, sólo respiración) y desarrollo personal, consultor especial del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, el orador más destacado del siglo (Unesco, 2011), y quinta persona más influyente del mundo, según Forbes, la revista que da seguimiento a multimillonarios poco alineados con las almas inocentes.
No quiero alejarme del tema (el avance ultraevangelista), pues me vería obligado a explicar las diferencias entre el gurú Maharishi (de la meditación trascendental), y Maharej Ji (de la Misión de la Luz Divina). Porque todo mundo sabe que el primero se hace invisible y el segundo colecciona autos Rolls Royce, según lo denunciado por el envidioso gurú y competidor Swami Prabhpada.
Me interesa, eso sí, recordar lo dicho por el fundador de la iglesia de la Cienciología, Ronald Hubbard: El mejor camino para hacerse millonario es fundar una nueva religión. Pero tampoco se trata de tomar a la ligera el laicismo de Macri, quien se ha reunido varias veces con Luis Palau, el papa electrónico que reporta a Washington.
Nacido en Argentina (1934), radicado en Estados Unidos, amigo de los Bush, los Clinton y del genocida ex presidente neopentecostal de Guatemala Efraín Ríos Mont (1926-2018), Palau es un firme partidario del gobierno macrista. Y algunos recuerdan la entrevista en la que defendió el Plan Cóndor de la CIA, afirmando que la única ideología que podía detener el marxismo-leninismo era el cristianismo evangélico (Palau Power in Latin America, Time, 7/11/1977).
En marzo de 2008, cuando Macri era el jefe incuestionable de la ciudad de Buenos Aires, Palau celebró un festival en el que se dirigió a 650 mil personas reunidas frente al emblemático obelisco de la avenida Nueve de Julio. ¿Y qué podía decir la presidenta Cristina? Nada, a no ser lo mismo que con mezcla de ingenuidad y pragmatismo político, decían Lula y Dilma: Me impresionó la calidad y la cantidad de gente que asistió. Me llamó la atención que se pudiera recitar el Padre Nuestro con ritmo de hip hop.
Lo cierto es que en Argentina, en reuniones públicas y privadas, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal (acosada por el populismo peronista), expresó en varias ocasiones su reconocimiento al trabajo social de las iglesias evangélicas, convocando a los pastores a trabajar juntos por el bien común. Aunque ella y Macri tengan varias causas por corrupción, abiertas en la justicia.
Por ende, si las profecías terminan confirmando que América Latina se inclinará hacia donde se incline Brasil (tal como vaticinó el presidente Richard Nixon –1969-74–, oyendo al gurú más grande de todos, Henry Kissinger), conviene dejar esta serie de apuntes en suspenso y prestar atención al avance del utraevangelismo en nuestros países.
Asunto que colegas como Carlos Martínez García y Bernardo Barranco han venido tratando en estas páginas, con más autoridad y solidez académica. Habiéndonos limitado, de nuestro lado, a puntear algunos datos del fenómeno Bolsonaro, que tiene a la izquierda hecha bolas en sus bolas de cristal. Es lo que en un artículo brillante, Martínez García calificó de tentación constantiniana.
O sea: La mutación en las convicciones teológicas que sustentaban la necesidad de laicidad del Estado, que busca “participar en los procesos electorales para influir en el sistema político de cada nación, con los ‘valores del reino de Dios’” (Evangélicos en AL: ¿avance del retroceso?, La Jornada, 24/10/18).
Las izquierdas serias y políticamente existentes harían un gran favor a la platea si en lugar de seguir pronosticando el fin del capitalismo, o diferenciando con lupa a reformistas, progresistas y revolucionarios, reparasen en la realidad real. De lo contrario, Bolsonaro y sus aliados nos concederán (a todos) la dicha de conocer, finalmente, en qué consiste el verdadero reino de Dios.