Luis Linares Zapata.
Entrelazados con lo mostrado en este azaroso tiempo por distintos actores, los trajines del Poder Judicial no se quedan atrás. La francesa indultada regresó a su patria con honores de prisionera de guerra y, en México, quedaron los resquemores y la incomprensión. El IFE llevó al extremo sus miserias y sometimiento, escurriendo el ilegal bulto de los monederos usados por el PRI en la elección, con su lavado de dinero al canto. Para compensar su delirio abultaron, hasta la incredulidad manifiesta, los gastos de campaña de AMLO. Nada sucedió tampoco en el TEPJF que fuera digno de un relato mágico. Su dictamen, inapelable por cierto, es unánime: la elección fue impoluta y toda evidencia, según los magistrados, fue incinerada junto con boletas, actas y tarjetas de de Soriana. La experiencia, de acuerdo con esta sui generis versión, prepara al poder para su legítima reproducción venidera. El arrasador goteo judicial llegó a su cénit con la negativa para amparar al SME contra las tropelías del señor Calderón y anexos. Miles de trabajadores vagarán en busca de la justicia que la suprema les negó con sus inaceptables alegatos de leguleyo.
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