viernes, 15 de enero de 2021

La tolerancia cero que impuso Trump en materia migratoria rebasó a su gobierno.

No supo manejar las consecuencias: Departamento de Justicia
Guatemala advierte que impedirá el paso a caravana que busca llegar a EU
▲ Grupo de migrantes se prepara en la ciudad hondureña de San Pedro Sula para partir en la primera caravana del año que intentará llegar a Estados Unidos.Foto Afp
Ap y Reuters
Periódico La Jornada
Viernes 15 de enero de 2021, p. 31
Washington. Los líderes del Departamento de Justicia durante la administración del presidente Donald Trump sabían que su política fronteriza de tolerancia cero separaría a familias, pero siguieron adelante con los procesos judiciales, incluso cuando otras agencias se saturaron de migrantes, de acuerdo con un informe del organismo de control del gobierno.
El informe del inspector general del Departamento de Justicia encontró que el liderazgo no se preparó para implementar la política o manejar las consecuencias, lo que resultó en más de 3 mil separaciones familiares y causó un daño emocional duradero a los niños que fueron separados de sus padres en la frontera.
La política fue criticada y considerada cruel por líderes mundiales, grupos religiosos y legisladores en Estados Unidos.
El entonces secretario de Justicia, Jeff Sessions, junto con otros funcionarios de la administración Trump, estaban empeñados en detener el arribo de migrantes. La tolerancia cero fue una de varias políticas cada vez más restrictivas destinadas a disuadir el arribo de migrantes a la frontera sur de Estados Unidos. La administración saliente también redujo en mucho la cantidad de refugiados que recibía. Prácticamente detuvo los asilos en la frontera por medio de órdenes ejecutivas y cambios en las regulaciones.
El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, quien asumirá el cargo el día 20, ha criticado las políticas restrictivas de migración de Trump, pero aún no está claro cómo modificará el sistema.
La política de tolerancia cero significaba que cualquier adulto que cruzara la frontera sin documentos fuera procesado y, como los niños no pueden ser encarcelados con sus familiares, los menores fueron arrebatados de sus padres y puestos bajo custodia de los Servicios Humanos y de Salud. Pero no había ningún sistema diseñado para volver a reunir a los menores con sus familias. El informe del organismo de control encontró que esto condujo a un déficit de financiamiento de 227 millones de dólares.
Según el informe, los líderes del departamento subestimaron lo difícil que sería aplicar dicha política y no informaron a los fiscales locales y otras personas que los niños serían separados y, pese a ello, continuaron separando a las familias y llevando a los menores a sitios que en la mayoría de los casos no fueron habilitados como albergues infantiles.
En tanto, Guatemala se preparaba para impedir el paso de cientos de migrantes centroamericanos, cuya caravana saldrá en breve de San Pedro Sula, Honduras, y que pretenden llegar a Estados Unidos, tras otorgar al ejército y a la policía poderes para usar la fuerza.
De acuerdo con un decreto publicado ayer, las fuerzas de seguridad podrán disolver, hasta finales de enero, toda reunión, grupo o manifestación pública e impedir la salida de las poblaciones o, en su caso, someterlos a registro en siete de los 22 departamentos del país que forman parte de la ruta habitual de las caravanas migrantes.

Con Biden habrá más revoluciones de color en AL
Raúl Zibechi
Las formas cambian, pero el fondo sigue siendo el mismo. En vez del muro, las restricciones a los inmigrantes y el discurso ultra de Donald Trump, vendrán las declaraciones correctas sobre la democracia, las mujeres y los afrodescendientes de Joe Biden. En vez del militarismo descarnado, las revoluciones de color ideadas por la Open Society de Soros para promover cambios de régimen que favorezcan sus intereses.
La pista la dio Thomas Shannon el primero de enero en una carta abierta en medios brasileños. Shannon fue embajador de Estados Unidos en Brasil en el gobierno de Obama y había sido subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental con George W. Bush.
La carta de Shannon titulada La delicada verdad sobre una vieja alianza fue publicada en la revista Crusoé (https://bit.ly/2LLldiB), que funge como periodismo independiente, antibolsonarista ahora, pero cuyos fundadores jugaron un papel destacado en el proceso contra Lula que desembocó en su reclusión y en la destitución de Dilma Rousseff, operando entonces desde el influyente sitio El Antagonista (oantagonista.com).
Shannon comienza su carta asegurando que la relación entre Brasil y Estados Unidos es una de las piezas fundamentales de la diplomacia en el siglo XXI. Repasa luego las similitudes entre sus sociedades, para rematar que el presidente electo (Biden) conoce bien Brasil y América Latina, asegurando que ningún presidente estadunidense comenzó su mandato con tal conocimiento y experiencia en la región.
En la segunda parte de su misiva, Shannon emprende un feroz ataque al gobierno de Jair Bolsonaro, porque ha hecho casi todo lo posible para complicar la transición en la relación bilateral, al expresar su preferencia por Trump en las recientes elecciones y por haber criticado a Biden, quien pidió en un debate una acción más enérgica de Brasilia contra la deforestación.
Para Shannon es inadmisible que Bolsonaro haya repetido las infundadas acusaciones de fraude del presidente Trump en los comicios estadunidenses, ya que lo interpreta como un ataque a la democracia de Estados Unidos y al futuro gobierno de Biden.
Pero lo más grave empieza después. Shannon le dice al gobierno lo que debe hacer en tres aspectos (la pandemia, el cambio climático y la posición ante China respecto a las redes 5G) y luego amenaza. Es algo que no se perdonará fácilmente ni se olvidará, remata el diplomático.
Algunos podrán alegrarse, incluso en la izquierda, de que el nuevo gobierno de Estados Unidos le baje el pulgar a Bolsonaro. Por mi parte, tanto el silencio del Partido de los Trabajadores de Brasil como del propio Lula, muestran las dificultades de la izquierda frente al viraje en curso en la Casa Blanca.
No se trata de Jair Bolsonaro, sino de nuestros países, de la soberanía de las naciones. El presidente de Brasil debe ser condenado y apartado por su propio pueblo. Ha hecho todos los méritos para que la sociedad se movilice para destituirlo. Pero que desde el imperio amenacen con nuevas revoluciones de color, es una pésima noticia. Podrán atacar ahora gobiernos de ultraderecha, pero seguirán con todo lo que se les ponga en su camino, sea conservador o progresista.
La operación de derribar a Bolsonaro cuenta ya con un considerable apoyo mediático e institucional. La Orden de Abogados de Brasil, que jugó sucio contra Lula y pidió la destitución de Dilma (https://bbc.in/3soJjAA), está promoviendo ahora la destitución de Bolsonaro. Su presidente, Felipe Santa Cruz, declaró que el ritmo del proceso será dictado por presión de las calles, llamando, de hecho, a la movilización popular (https://bit.ly/3q5ntQS).
Para la derecha democrática, ésa que apuesta a la defensa del medio ambiente con medidas cosméticas, que engalana el gabinete de Biden con mujeres y afrodescendientes, pero sigue sosteniendo la violencia policial/patriarcal, llegó el momento de ponerle freno a la ultraderecha. Los bolsonaristas hicieron el trabajo sucio contra la izquierda, pero ya no le son útiles. Igual que Trump.
Para comprender este viraje basta con recordar las guerras centroamericanas, donde el Pentágono apoyó primero los genocidios militares para luego promover opciones centristas, como las democracias cristianas, para recomponer el escenario ante el fuerte desgaste de los golpistas de Guatemala y El Salvador.
Si el mandato de Trump fue abominable, el de Biden no lo será menos. Recordemos la guerra en Siria, la liquidación de la primavera árabe y la invasión de Libia, promovidas y gestionadas por el equipo que ahora retorna a la Casa Blanca.
En América Latina, las destituciones ilegítimas (golpes dicen otros) de Manuel Zelaya (2009), de Fernando Lugo (2012) y de Dilma Rousseff (2016), se produjeron bajo el gobierno progre de Barack Obama (2009-2017). No olvidemos a Trump. Pero tampoco que, de la mano de Biden, retornan personajes nefastos como Victoria Nuland, organizadora del golpe y la posterior guerra en Ucrania.