sábado, 5 de mayo de 2012

Carta a López Obrador


Enrique Calderón Alzati
Distinguido señor candidato a la Presidencia de la República, reciba usted un cordial saludo con mis mejores deseos para el éxito de su campaña política, a la cual me quiero referir en esta carta.
Más de cinco años han pasado desde que Felipe Calderón se hizo de la Presidencia de nuestro país, haiga sido como haiga sido, y para desgracia de todos, en estos años, como usted sabe, el costo que hemos tenido que pagar ha sido de decenas de miles de muertos, violencia sin límite, crecimiento de la impunidad y de la corrupción, caos, ausencia de rumbo y entrega de buena parte de nuestra soberanía, siguiendo el mismo patrón de los gobiernos anteriores.
Las perspectivas de seis años más de repetición de la misma historia resultan insoportables para muchos, nada más de imaginarlos; hace seis años usted logró levantar una gran corriente de entusiasmo entre varios sectores muy amplios de la población, por dos razones esenciales: porque el gobierno autodenominado del cambio había resultado un fiasco, incumpliendo las expectativas de la población y dando pie a la continuación de las mismas políticas de estancamiento y deterioro de las mayorías, en beneficio de unos pocos privilegiados y de los intereses externos, y, en segundo lugar, porque usted supo aprovechar esos errores, sobre todo los dirigidos inicialmente contra usted mismo, desde el sistema de poder.
Lo que sucedió después seguramente fue una dura lección que le ha hecho reflexionar sobre la capacidad del sistema para desarrollar nuevas estrategias y para golpear; luego de sus errores iniciales en esa etapa decisiva, toda la capacidad del sistema para actuar dentro y fuera de la ley fue utilizada contra usted y sus seguidores, quizás en forma distinta a como golpearon al ingeniero Cárdenas en 1988, pero logrando resultados muy similares. Hoy pareciera que la historia se está repitiendo, porque las campañas se han iniciado en situación desfavorable para usted, ante el éxito mediático y millonario del señor Peña Nieto, auspiciado nuevamente por los mismos intereses que tienen postrado al país, sintiéndose por ahora muy seguros y viendo en usted a un contrincante menor.
Quedando aún dos terceras partes del periodo de campaña, considero factible, si bien difícil, por la cantidad de recursos de que dispone la maquinaria priísta, revertir las corrientes de opinión, en virtud del gran enojo que continúa existiendo entre las grandes masas de trabajadores, de jóvenes sin empleo, de madres y familias que enfrentan los sacrificios cotidianos y de la inseguridad rampante en que vive la población, por la falta de rumbo, la demagogia y las visiones generalizadas y mezquinas de la clase política que gobierna el país y la mayor parte de las entidades de la República.
Para muchos de ellos, la imagen de quien puede poner un hasta aquí con mucho de esto, la ha tenido usted, pero hoy esta desdibujada. Con su nuevo discurso, que en aras de la no violencia y la conciliación pareciera usted estar dispuesto a aceptar o a no dar importancia a muchas de las situaciones que hace seis años le parecían inaceptables, en su búsqueda de hacer a un lado las críticas de quienes lo fustigaron por su supuesta belicosidad. Sin embargo, la verdadera razón de las campañas lanzadas desde el sistema no se debían a ello, sino al riesgo que usted aparentemente les representaba, y seguramente encontrarán nuevas razones para golpearlo si les es necesario. A cambio de eso, su discurso no está convocando con énfasis a los que por una razón u otra están hoy enojados, tanto o más que en 2006. ¿Cómo hacer una campaña orientada a captar esos posibles votos en los próximos dos meses? Mi impresión, insisto, es que se requiere un discurso, una imagen y una estrategia diferente a las empleadas hasta ahora, de identificación de los problemas y de sus causas, de propuesta de esquemas y estrategias para resolver esos problemas específicos, señalando los rumbos que hoy están perdidos en materia de responsabilidad gubernamental, denuncia de lo que ha estado y está mal, con un compromiso de poner ante la justicia a quienes han afectado la estabilidad, la soberanía y la tranquilidad de la nación, dejando que la sociedad misma identifique a los responsables .
Su esfuerzo por lograr la unidad de los grupos que conforman la izquierda de nuestro país es y será valioso, su acercamiento con Cuauhtémoc Cárdenas ha constituido una acción muy importante y oportuna, el apoyo del ingeniero constituye una referencia obligada de respaldo hacia usted, que se transformará en muchísimos votos. Los únicos que deben quedar fuera de este esfuerzo son aquellos cuya conducta pública está en duda.
Un problema de gran trascendencia es el de la compra de votos, la cual en esta elección se dará a niveles insospechados, en virtud de los enormes recursos que el gobierno utilizará sin reserva para apoyar a los candidatos panistas, en un esfuerzo inédito por mantener el poder y sus privilegios, pero que igualmente están siendo utilizados por el PRI, provenientes de los estados gobernados por ese partido, con objeto de recuperar lo que habían perdido, con la idea de no volver a perderlo jamás. ¿Cómo enfrentar este terrible obstáculo? Mi impresión es que ello conformará el elemento más importante del trabajo sucio del PAN, del PRI, de sus asociados y de sus más oscuros intereses; en ello será importante la participación de organismos ciudadanos y de los cuadros de los mismos partidos que lo apoyan, para estar debidamente preparados para impedir ese tipo de acciones vergonzosas y denigrantes para México.
Finalmente, será la vigilancia del total de las casillas, desde que se abran hasta que se realice el cómputo de votos, el único mecanismo que pueda asegurar una elección limpia. En lo personal, considero que ésta fue la mayor falla de su equipo en 2006 y factor de vulnerabilidad, el cual permitió que se dieran las múltiples irregularidades que todos conocemos; en ello deben estar trabajando desde ahora los integrantes de su equipo y las direcciones de los partidos que lo apoyan.
Atentamente: Enrique Calderón.